domingo, 20 de abril de 2014

Mi querida Europa, esa Europa mía, esa Europa nuestra

Por delante, las elecciones europeas!!! Ahí es ná!!!
Vuelven al ataque nuestros políticos a querernos como nunca y a desearnos lo mejor, eso sí, con la solemne promesa de que tan pronto se alcen con el escaño, cumplirán con todo lo prometido.
La segunda parte la conocéis, pues hay cosas que nunca parecen cambiar: prometer hasta meter, después de metido, nada de lo prometido.
Siempre fui muy escéptica con nuestro ingreso en Europa, como siempre, desde la ignorancia, la intuición y la observación. Y también tenía -por aquello del “piensa mal y acertarás” porque no decirlo- la terrible sensación de que nos la iban a meter doblada.
A día de hoy, no he cambiado mucho mi forma de pensar y vista la situación actual del país, me pregunto si, una vez más, mi intuición no estaría cerca de la razón.
Una, que es una humilde ciudadana, no podía tener razones macroeconómicas ni microeconómicas para entender la conveniencia o no de entrar en una organización supranacional, por lo que, lo que verdaderamente me rechinaba, era la pura incoherencia y la clara contradicción.
Nací en una España aparentemente unida: “una, grande y libre”. Ya se encargó Franco, y casi 40 años de su régimen dictatorial, de que así lo pareciera. Cuando este individuo murió, yo apenas contaba 10 años, por lo que, amen de calcular mi edad, podéis imaginar que por aquel entonces, Cataluña era una región más y las vascongadas, un lugar en el que había unos asesinos que querían acabar con la unidad del estado español y su legítimo gobierno.
Pero mira tu por donde, tan pronto el dictador murió, comenzaron a salir como de debajo de las piedras los nacionalismos que habían permanecido latentes y, además, los que ni se conocían ni se les suponía, y España cambió de arriba a abajo su estructura de unidad nacional dividiéndose en 17 comunidades autónomas y, de propina, dos ciudades autónomas más, Ceuta y Melilla.
Al principio, no lo entendí mucho. A decir verdad, nada.
Cuando se ha nacido en una pequeña ciudad castellana que creía haber sido España desde la unificación de los reinos de Castilla y de Aragón por los reyes católicos y donde siempre se había hablado español (que ni siquiera le llamábamos castellano), que España pudiera entenderse en otro idioma o no fuese una nación, tal como parecía que podía acontecer, era difícil de interiorizar. Más no tardaron en hablarme de Bravo, Padilla y Maldonado y hasta yo canté aquello de: “1521, en abril para más señas, envían a la justicia a quienes justicia pidieran...”
Parecía entonces razonable, de cara a una gestión más próxima a los múltiples intereses, identidades y culturas, que la administración de la cosa pública se descentralizase, y, en base a una más que precaria articulación constitucional, empezaron a repartirse competencias a diestro y siniestro, pasando del hasta entonces Estado central, a la diversidad de Estados en los que, de acuerdo a no sé muy bien que identidad, se había dividido ese Estado.
Y digo esto porque creo que tampoco el mapa actual ha quedado muy claro o muy coherentemente definido.
Por poner algunos ejemplos: da la sensación de que aun no está claro del todo si Cataluña o Catalonia, no entendería, con permiso de los aludidos, que valencianos, baleares o incluso aragoneses, no debieran formar parte de esa identidad. Tampoco parece ser que Euskadi esté conformado por todos los territorios que integrarían la nación Euskalerria porque se habla de un territorio vasco-francés y ahí andan los pamplonicas que unos se sienten vascos y otros no, o los de Vitoria y algunos del norte de Burgos, que por sentimiento nacionalista o por arrimarse al sol que más calienta, no saben si son o quieren ser vascos o castellanos. O Castilla y ¿León?. Atrás, o latentes, han quedado los tiempos en los que los leoneses querían independizarse de Castilla y León porque el reino de León tuvo su identidad histórica y poco o nada parecía tener en común ni cultural ni económicamente con la Soria fría cabeza de Extremadura, con la monumental Segovia o la amurallada Ávila, pero la cosa, quedó así. ¿Y que me decís de las Comunidades Autónomas Uniprovinciales?: La Rioja, Cantabria, Murcia, Madrid, Asturias... Vivir para ver!!!
Pero en fin, para bien o para mal, así se fueron conformando nuestras estructuras políticas y sociales y así se fueron configurando mini estados que pugnaban por su autonomía, cuando no su independencia, y exigían más y más competencias, más y más autogestión y más y más financiación. Porque en honor a la verdad, un poquito caro si nos está saliendo en general, máxime cuando el Estado Central cedió soberanía y competencias pero solo en teoría porque sus estructuras políticas se mantuvieron prácticamente intactas mientras que lo que proliferó, como setas en un otoño cálido después de la lluvia, fueron los escaños y los asientos en los que colocar políticos y amiguetes.
Así las cosas, las necesidades de los que fueron españoles seguían siendo las mismas, como también seguían siendo los mismos los medios económicos para la financiación del conjunto de la población, pero los gastos que conllevaba la burocracia, probablemente se habían multiplicado por diecinueve.
No importaba, ¡todo por el derecho de los pueblos a su lengua, a su identidad cultural y a la autogestión de sus propios intereses económicos!. Se suponía que todo ello iba a redundar en una mayor y mejor prestación de servicios y una mayor y mejor calidad de vida para todos los ciudadanos que conformaban la delimitación territorial denominada España y que además, parecía garantizar que en todos y cada uno de aquellos territorios, todos los ciudadanos gozarían de los mismos derechos.
Se suponía, claro está.
Pero mira tu por donde ¡allende nuestras fronteras! se iba fraguando la idea de una Europa Unida.
Al principio, me reí. ¿como iban a querer y a permitir todos aquellos políticos y ciudadanos que estaban luchando por su propia autonomía y su propia autogestión pertenecer a un macro Estado si ni siquiera querían pertenecer al Estado español? ¿Como casar las identidades de tantos ciudadanos, de tantos pueblos, de tantas ciudades, de tantas regiones, de tantos países, cuando aquí todavía seguíamos peleándonos por qué lengua hablar o qué lengua enseñar o por quien había de tener la competencia sobre nuestros ríos o nuestros montes? Si no nos sentíamos españoles en España, ¿como íbamos a sentirnos europeos?.
Pero nos convencieron. Europa nos iba a dar la financiación que España necesitaba y con esa financiación, España iba a crecer y a ponerse a la altura de sus socios europeos. Y España dejaría de ser África. Y Europa no acabaría en los Pirineos. Y dijimos -o nuestros representantes políticos dijeron- ¡sí! a la entrada en la Unión Europea.
Y como éramos pocos, parió la abuela.
Nuevos horizontes se les abrieron a aquellos representantes en lo que a asientos se refiere -con lo que ocupar un asiento conlleva: trabajo a costa del erario público, privilegios y contactos, y, aquello de (porque, todo hay que decirlo) ponme donde haya que yo ya... -. Y sí, el dinero empezó a llegar a España a raudales.
Y llegaron los Fondos Europeos de Desarrollo Regional y los Fondos de Cohesión para que España se pusiese a la altura de los países ricos de Europa, promotores e impulsores -generosos ellos- de una solidaria unión para que el resto de Europa fuesen, al menos, tan ricos y prósperos como ellos. A cambio, sólo teníamos que ceder a ese macro Estado parte de nuestra soberanía. Cambiamos la peseta por un euro fuerte y las burbujas comenzaron a crecer como la espuma.
Y la soberanía que un vasco, un catalán o un andaluz, no quería ceder a España, se iba cediendo a la gran Unión mediante los Tratados que se firmaban en nombre del Estado español. Y a todo esto, todos o la gran mayoría de los políticos, nacionalistas o no, de izquierdas o de derechas, presentándose como candidatos y aplaudiendo la llegada de aquel dinero que habrían de gestionar, con el consecuente poder y las consecuentes oportunidades de negocio y, visto lo visto, por que no decirlo, de “trincar”.
A cambio de aquella financiación que se gastó en forma de subvenciones para que en España se dejara de producir y en forma de grandes inversiones en infraestructuras de las que sobra decir quienes fueron los mayores beneficiados, España, que ya no era una, dejó también de ser libre.
Por descontado, no se igualaron nunca los salarios que cobraban los europeos con los que cobraban los españoles y ni que decir tiene que si Andalucía con las autonomías siguió siendo de las Comunidades Autónomas más pobres de España, España, junto con Grecia y Portugal, a pesar de la entrada en la Unión Europea, siguió siendo una de las parientes más pobres de Europa.
Yo lo que creo es que, de alguna manera, a los ciudadanos de a pie nos han tomado el pelo, la verdad.
Han utilizado el divide y vencerás para decirnos que en España somos todos diferentes y tenemos distintos intereses para ahora vendernos que en Europa somos todos iguales y tenemos los mismos intereses y, por descontado, los mismos derechos. ¿Acaso no veis una enorme contradicción?.
Creo que nos han tenido entretenidos con nuestras diversidades culturales y nos han enfrentado con asuntos de lenguas y de banderas.
Creo que nos han expropiado el trabajo y con él, el sustento y el control del mismo que nos hubiera permitido sobrevivir como sociedad, ya fuese como nación, ya fuese como pequeño pueblo.
Y creo que han sido, por encima de todos nosotros y de nuestros gobiernos, los grandes intereses de las grandes empresas, de los grandes magnates, de los grandes capitales de este mundo que pretenden -si no lo hacen ya- dirigir Europa, América y Oceanía y van -si no lo han hecho ya- a por Asia y África. Desde luego que es mucho más fácil hacerlo desde grandes entidades como la Unión Europea que intentando convencer uno por uno a cada uno de los grupúsculos que conforman el Planeta.
Para ello es imprescindible mantenernos entretenidos y manejados a través de los medios de comunicación en su poder y hacernos sentir más divididos que nunca con ideologías políticas, banderas, religiones y diversidad a fin de que no tengamos ni siquiera la sospecha de que las cosas podrían ser diferentes si nos uniésemos como sociedad para defender, ya casi para luchar, por detentar nuestros derechos más básicos y satisfacer nuestras más elementales necesidades, que a la postre y desde que el ser humano existe, son el alimento, el cobijo, la salud y la oportunidad de aprender como sobrevivir cada día mejor y en condiciones de mayor dignidad, de dignidad para todos, no solo para los más fuertes o los más poderosos.
Las pautas, se repiten. Conquista de una supuesta democracia que con las leyes adecuadas nos consiga convencer de que existen los derechos y la libertad. Crear necesidades y deudas con los que ostentan el capital que nos hipotequen para toda la vida y servir como sociedad a sus intereses que consisten en multiplicar su poder y su capital aunque tenga que ser a costa de la miseria de la gran mayoría de la humanidad.
Lo que quiero que quede claro, es que no soy anti comunidades autónomas ni anti nacionalismos ni anti diversidad ni anti nada de nada que sirva para que la sociedad pueda convivir en paz y con libertad. Más bien, todo lo contrario: soy a favor de las personas, de la mayoría social, aquí en África o en Afganistán; soy a favor del derecho de cada ser humano que nace en este planeta a sobrevivir con dignidad; soy a favor del respeto, de la solidaridad y de la humanidad.
Por eso es que intento ser consciente de la manipulación de quienes detentan el poder del capital y lo usan en su propio interés, políticos mercenarios incluidos, y no para el interés de la mayoría.
Y tal vez es cierto que la libertad será cada día más difícil de lograr porque el dinero, que en este sistema suyo todo lo puede, cada día está más en sus manos y menos en las nuestras.
Sólo pretendo que la sociedad piense, no importa si -como yo- se equivoca en sus juicios o no. Lo que importa es que la mayoría de los que habitamos este planeta no nos condenemos por siempre a perecer como seres humanos sin derechos y sin dignidad.
Vota con consciencia y con conciencia, solo eso te pediría.
Y vota a quien creas que puede cambiar lo que funciona mal o al menos lo que no te gusta como funciona porque los resultados que está produciendo a una gran mayoría de la sociedad, son para echarse a llorar.



4 comentarios:

  1. Chapeau!, querida Ana, magnífico enhorabuena!!!!!!!!!!

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  2. Siempre tan atento, Javier!!! Mil gracias y un millón de besos <8>

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  3. Te leo justo despues de escrir yo unas divagaciones, para realmente decir lo mismo, con otras palabras ni en sueños llego a tu capacidad, pero lo mismo ¿Porque permitimos que nos separen?
    Un beso enorme preciosa.
    Frana

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  4. Perdona Frana, ando revuelta. No sé si es la luna, el sol o la primavera que la sangre altera. Jajajajaja. Una vez más, gracias

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